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Ronroneos del Alma

Momento de reflexión

¿Cuántas veces nos hemos dedicado a grandes obras en lugar de apreciar los pequeños detalles que creamos?

¿Qué nos vale más: una gran mansión con un coche de lujo aparcado en la puerta, o el simple, pero más sincero, beso de una persona querida?

Quizá seamos pocos los que podamos ver el valor de las pequeñas cosas. Quizá estemos programados para no verlo, y aquellos que lo hacen tengan realmente un don. O simplemente, puede ser al revés: que todos tengamos ese don, pero nadie quiera sacarlo a relucir mientras giramos en la espiral del materialismo.


Situémonos en la antigua Grecia, en una ciudad, ya desaparecida, llamada Queronea. Entre mercados abarrotados de gente, que a pesar de la pobreza que se podía respirar en las calles, lo poco que se tenía se ofrecía a divinidades imaginarias a quienes les atribuían los sucesos, para entonces inexplicables, de nuestra Madre Naturaleza. Allí, entre el ansia de conseguir de todo para salir de La Nada, nació un sacerdote moralista de Apolo, en el Oráculo de Delfos, llamado Plutarco.

Su nombre (que significa "el que gobierna a través de su riqueza, el príncipe rico"), resulta gracioso si se yuxtapone a una frase suya, que todos deberíamos meditar:



A veces una broma, una anécdota, un momento insignificante, nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas.



¡¡MeDiTaD!!


2 comentarios

Lala -

Se llama FILOSOFÍA, cariño mío... :P

aitor -

valgame el señor q cosas escribes jajajaj

te quiero wapetona!!!

ya te firmao cansinica jajajaj